Rut, figura de la Esposa Celestial – Capítulo 2:8-23: “No vayas a espigar a otro campo”

Cuando Booz encuentra a Rut espigando en su campo, tiene un cuidado muy especial: “Oye hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí…”. Esta palabra vuelve a hablar a nuestros corazones, con su contraparte en el Nuevo Testamento, cuando el apóstol Juan exhorta a la iglesia, diciendo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”. Un llamado a permanecer en el campo de las inescrutables riquezas de Cristo y acordarnos de su Nombre.
Rut 2:8,17,19-20; 1 Juan 2:15-17; Salmos 45:17

“Oye hija mía, no vayas a espigar a otro campo”. El primer llamado del Espíritu Santo es a oír. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones … El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Necesitamos reconocer que nuestro oído fue comprado a precio de sangre, y lo debemos rendir en consagración a la voz del Señor Jesucristo.

Él nos dice: “No améis al mundo…”, o en otras palabras: “No encuentres plena satisfacción en el mundo”; pues solo el amor del Padre nos satisface. Cristo es la fuente real de provisión, gozo y protección. Hemos de comprender que Dios nos ha sacado del mundo, mediante la cruz de Cristo, y por la misma obra de la cruz, nos está desarraigando de las raíces terrenales que aún conservamos.

Por esta razón, Dios condujo al pueblo de Israel en el desierto, para hablarles al corazón. Este es el camino para nuestro encuentro con Cristo en el aire, un caminar ascendente, despegando de este escenario.

El relato de Rut continúa. Ella espigó todo el día en el campo de Booz, y por la noche se presenta a su suegra. Noemí estaba interesada en el lugar donde Rut había espigado (v. 19), pero Rut tenía solo un testimonio que dar – el nombre del varón con quién había espigado. Cuando Rut pronuncia el nombre de Booz, el corazón de Noemí se revitaliza. En este punto, tenemos una figura de aquellos que son renovados por la gloria del nombre del Señor Jesucristo.

No es casualidad que, en tiempos peligrosos, Pablo diga a Timoteo: “Acuérdate de Jesucristo”. Esta memoria vívida de la persona y la obra de Cristo es la fuente de vida en medio de una experiencia desgastada. Los hijos de Coré, en el Salmo 45 dirán: “Haremos memoria perpetua de tu nombre, de generación en generación”. En ellos se gestó un cántico de amor, porque habían gustado la misericordia de Dios. ¡El Señor había preservado sus vidas del juicio de la muerte! (Núm. 26:9-11). Y su respuesta fue una entrega total al Dios de su salvación.

Todas las glorias del Rey (Cristo) y de la hija del Rey (iglesia) descritas en este Salmo, son el resultado de haberse acordado del nombre del Señor. “Rebosa el corazón palabra buena…” (De la abundancia del corazón habla la boca). “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres, la gracia se derramó en tus labios” (Una visión de la gloria de Cristo). “Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente” (La preeminencia de la palabra del Señor). “Tu trono oh Dios…” (El señorío de Cristo).

Estos son los pilares para el atavío de la Novia celestial. Por esta razón, ella se vestirá de “brocado de oro” (el trabajo de la cruz) y de “vestidos bordados” (la multiforme sabiduría de Dios dada a conocer por medio de la iglesia), esperando su encuentro glorioso con el Rey.

Compártelo: