Los apóstoles vivieron y sirvieron bajo los principios del nuevo pacto, es decir, ya no bajo las exigencias de una ley externa sino en el poder de la vida de Cristo y del Espíritu Santo. La centralidad de Cristo en su vida práctica tuvo este sello: “No yo, sino Cristo”. Así como Jesucristo Hombre, en toda su vida terrena, y especialmente en la agonía de Getsemaní, puso su querer y su voluntad de lado, para dar lugar a la voluntad del Padre, los apóstoles aprendieron “a ponerse a un lado”, en cuanto a su yo natural, dando paso al poder y la vida de Cristo… con gloriosos resultados.