La Trinidad – Estudio 1.1 – Consideraciones Generales

Objetivos:
Analizar las implicancias y concepto de Trinidad.
Sintetizar la forma de vida de la Trinidad y su aplicación a nuestras vidas.

Objetivos:

  • Analizar las implicancias y concepto de Trinidad.
  • Sintetizar la forma de vida de la Trinidad y su aplicación a nuestras vidas.

I. Antecedentes Generales

Cuando hablamos de la doctrina de la Trinidad, debemos estar dispuestos a tratar de com- prender un asunto que no ha estado exento de discusiones filosóficas y teológicas que van desde el primer siglo de la era cristiana hasta incluso, nuestros días.

Resulta muy importante que tratemos este asunto hoy, pues el correcto entendimiento de Dios va a posibilitar también un acercamiento correcto a las otras verdades que nos han sido reveladas a través de los siglos por distintos hombres de Dios que han buscado e inquirido en las Escrituras aquellas verdades o misterios que permanecieron ocultos por décadas. Uno de estos misterios fue el concerniente a la Trinidad.

Origen del Término

Somos conscientes que el término “Trinidad” no aparece en las Escrituras. Sin embargo, su ausencia, en ningún caso, sería un argumento válido para negar su existencia. Siempre que nos acercamos a realidades celestiales, nuestro lenguaje no alcanza, no es suficiente para designar tan grande realidad, belleza y grandiosidad. Desde esa perspectiva nunca nuestras palabras podrán abarcar todo el significado o realidad de aquellas cosas celestiales o espirituales de las que hablamos.

No obstante, cabe mencionar que el término Trinidad proviene del latín ‘trinitas’. El primero en utilizar este término para designar y tratar de entender a Dios en su existencia y divinidad, fue Tertuliano, en el año 215 d.C. El contexto histórico en que se afirma esta doctrina es un ambiente en el cual dentro de la iglesia se habían levantado algunas herejías en contra de la divinidad de Jesús. Esto ya era posible advertir en los tiempos apostólicos, pues tanto Pablo como Juan, en sus cartas a las iglesias (Colosenses y 1 Juan, respectivamente), advierten sobre una corriente de pensamiento que se estaba introduciendo entre los hermanos, la cual argüía que Jesús era una especie de súper ángel. Postulaban que Jesús como hombre llegó a un nivel mayor de espiritualidad alcanzando el máximo nivel posible, siendo, en consecuencia, un ser inferior a Dios o que no tenía la esencia de Dios. Esta corriente se conoce como ‘Gnosticismo’. Actualmente la asociamos a la llamada Ciencia Cristiana.

Herejías de la doctrina de la Trinidad

Otras corrientes heréticas que se han levantado para negar la existencia de Dios como un Ser que subsiste en tres personas, y que tienen influencia y vigencia actual son las que presentamos a continuación:

Los modernos Testigos de Jehová sostienen mucho de la misma posición que Arrio sostenía con respecto a Cristo y al Espíritu Santo en el año 318 d.C. Charles Russell en un libro llamado “Studies in the Scriptures”, empezó a enseñar el Arrianismo. Este libro fue aceptado por sus seguidores. En una investigación de la literatura reciente de los Testigos de Jehová, se puede ver que alguna forma de Arrianismo aún es enseñada.

Los Testigos de Jehová creen que hay solo un Dios y que en algún tiempo en las épocas pasadas él creó al Hijo (o Logos). Enseñan, como Arrio, que Cristo no es de la misma sustancia y naturaleza que Dios. El término “Hijo de Dios” es un título meramente de cortesía. Con respecto al Espíritu Santo, los arrianos no negaban su personalidad, pero sí su deidad. En síntesis, creían que tanto Jesús como el Espíritu Santo fueron creados por Dios de una sustancia distinta a la del Padre

Otra corriente herética fueron los ‘socinianos’, quienes llegan a sostener las tesis más extremas en el ámbito de las doctrinas reformistas: negación del dogma de la Trinidad, considerada como extraña a la doctrina bíblica original: el Padre es la única persona divina, mientras que Cristo es sólo un hombre dotado de una particular gracia divina, al nacer de una virgen.

También conviene mencionar otra corriente llamada ‘Panteísmo’. Esta la creencia de que el universo (con todas sus extensiones celestes y criaturas) y Dios son lo mismo, o sea, son uno. Es decir, Dios no es un criatura en particular ni una simple energía, sino que cada criatura es un aspecto o una manifestación de Dios, que es concebido como el actor divino que desempeña a la vez los innumerables papeles de humanos, animales, plantas, estrellas y fuerzas de la naturaleza. Esta postura filosófica con respecto a la concepción de Dios resulta completamente errónea y es, por lo tanto, una herejía, pues Dios no comunica su esencia, sino sus atributos. De esta forma la máxima filosófica: ‘Dios es todo, todo es Dios’, resulta una falacia.

Por lo expuesto anteriormente, de manera resumida, consideramos importante tener un correcto acercamiento y conocimiento de Dios, aunque sabemos que siempre que nos acercamos a comprender a Dios debemos ser conscientes de que nuestra mente humana, con sus limitaciones naturales, nunca podrá entender plenamente este gran misterio.

Una verdad rescatada y revelada

A continuación dejamos para compartir algunos fragmentos del libro del hermano A.W. Tozer, ‘El conocimiento del Dios Santo’, en el cual habla sobre la Trinidad y la importancia de esta verdad rescatada y revelada.

“La doctrina de la Trinidad es una verdad para el corazón. Solo el espíritu del hombre puede entrar a través del velo y penetrar en ese Lugar Santísimo. “Que te busque anhelante”, suplicaba Anselmo, “que suspire por ti al buscarte; que te encuentre en el amor, y te ame al encontrarte. “¡El amor y la fe están en su ambiente dentro del misterio de la Divinidad… Arrodíllese la razón en reverencia fuera de él. Cristo no vaciló en utilizar la forma plural al hablar de sí mismo junto al Padre y al Espíritu. “Vendremos a él. y haremos morada con él.” En otra ocasión dijo: “Yo y el Padre uno somos”.

“Tiene suma importancia que pensemos en Dios como Trinidad en la Unidad, sin confundir a las Personas, ni dividir la Sustancia. Sólo así podremos pensar de manera correcta sobre Dios, y de una manera digna de Él y de nuestra propia alma”.

Aplicación práctica de la doctrina de la Trinidad

La idea no es dar demasiadas explicaciones teológicas sobre este asunto, más bien entregar una visión y aplicación práctica de la Trinidad. No porque consideremos que los aspectos teológicos no sean dignos de tratar, pero entendemos que al acercarnos a esta realidad debemos también realizar una aplicación práctica de lo que significa y las implicancias que conlleva esta doctrina en nuestras vidas.

Podemos desprender de la realidad de la Trinidad, por lo menos dos conceptos que resultan esenciales para la comprensión y aplicación de esta realidad espiritual en nuestras vidas. Estos conceptos son: Personalidad y Amor.
Trinidad - Conceptos

Lo primero que declaramos es que Dios es una persona. Existe aquí algo muy interesante, pues la característica que define a una persona es tener conciencia de sí mismo. Tal es el caso de nosotros como seres humanos, quienes nos diferenciamos de los animales y otros seres vivos porque somos los únicos que tenemos conciencia de nosotros mismos; sabemos quiénes somos, podemos llegar a autoconocernos. Para tal efecto, los seres humanos fuimos creados como seres tripartitos (espíritu, alma y cuerpo) y es una de estas partes, específicamente nuestra mente, la que nos hace conscientes de quiénes somos.

Lo mismo ocurre con respecto a Dios. Dios es una persona pues tiene conciencia de sí mismo, tiene un autoconocimiento. Ahora esa conciencia de sí mismo la otorga la segunda persona de la Trinidad, el Hijo. Esto, pues nos constituimos como persona cuando alguien (otra persona) nos da testimonio de quiénes somos. En el caso del Padre ese testimonio lo entrega el Hijo. Dios tiene conciencia de sí mismo y se autoconoce por medio del Hijo, pues él es la imagen de Dios (Colosenses, Corintios). Lo mismo ocurre con el Hijo. Entonces, así como el Padre se conoce perfectamente en el Hijo, también por medio del Hijo el Padre se revela perfectamente. Por esto Jesús declaró: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. ¡Gloria a Dios por este grande y hermoso misterio!

En lo concerniente a la forma de vida en la Trinidad, podemos decir que lo que regula su actuar es el amor. Ahora, el término amor no representa todo lo que significa el relacionamiento que se produce al interior de la Trinidad. No obstante, lo utilizamos a modo de alcanzar una comprensión más cercana de lo que allí ocurre.

El relacionamiento basado en el amor les permite vivir siempre en unidad indivisible, en donde cada uno se entrega al otro por igual. El Padre habita en el Hijo; el Hijo habita en el Padre; el Espíritu Santo procede del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. Él es el Espíritu de habitación o comunión.

Esta forma de relacionamiento es el modelo que nos es dado para nuestros propios relacionamientos: el amor que es capaz de negarse a sí mismo y no buscar su propia gloria, antes bien mirar por los otros. En donde ‘nos recibimos’ los unos a los otros como dice Pablo en Romanos 15:7, tal como Cristo nos recibió. Dios nos puso en Cristo. Fuimos invitados a participar de esta comunión eterna entre Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo.

II. Preguntas

En esta sección podrás demostrar lo que hemos aprendido en esta clase, mediante la respuesta a las preguntas planteadas a continuación.

  1. Describa el contexto histórico en que surgió la declaración de la Trinidad como doctrina cristiana.
  2. ¿Por qué resulta importante considerar este misterio de la Trinidad actualmente? ¿Cuáles son sus alcances o implicancias?
  3. Enuncie la razón por la que podemos declarar que Dios es una persona.
  4. ¿Cuál es la aplicación práctica de la forma de vida de la Trinidad en nosotros?
  5. Mencione las herejías antitrinitarias que se han levantado y se mantienen hasta nuestros días.

III. Recomendaciones Bibliográficas

  • Berkhof, L. Teología Sistemática.
  • Bornelli, Romeo. La Trinidad. Serie de predicaciones Fundamentos de nuestra confesión.
  • Packer, J. I. La voz del Dios Santo.
  • Tozer, A. W. El Conocimiento del Dios Santo.
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