Un llamado para reedificar (Parte IV): La casa de Dios

Dios, por medio del profeta Hageo, señala que la paralización de la obra de reconstrucción del templo en Jerusalén no radicaba en la oposición de los enemigos de Israel, ni aun en el edicto real que ordenaba su cese. La obra se detuvo porque el pueblo dejó de lado los intereses de Dios, y ellos se volvieron a sus propios asuntos. Hoy, el Señor también nos llama a reconstruir Su casa, esperando una respuesta de fe. Que nuestros espíritus sean despertados para llevar a cabo esta obra, y de esta forma el Señor pueda agradarse de Su casa, que es la iglesia del Dios vivo, columna y baluarte de la verdad (1 Tim. 3:15).
Esdras 6:14; Hageo 1:3, 8; Lucas 15:11; 1 Timoteo 3:15; 2 Pedro 2:2, 19.

Hoy retomamos algunas ideas que conviene revisar y profundizar. La primera tiene relación con la causa de la paralización de la obra de reconstrucción del templo. Si bien hubo un edicto real que ordenó su detención, y los enemigos ofrecieron dura oposición, lo que terminó por detener la obra no fue sino el desinterés y el miedo que subió al corazón del pueblo.

En aquel contexto adverso, ellos concluyeron que no era aún el tiempo de restaurar la casa de Dios. Ese fue un periodo de adormecimiento espiritual para Israel, ocupados en sus propios asuntos sin que nadie considerase los asuntos de Dios. Por eso fue vital la palabra profética a través de Hageo, pues este anuncio provocó un despertar en el espíritu de Zorobabel y los demás, para responder al llamado de Dios y retomar la obra.

Otra idea importante: la expresión: “Meditad”. En todo el libro se la menciona cinco veces. Las dos primeras apuntan al pasado, a la vida que hemos vivido. Las adversidades que hemos sufrido han tenido como único objetivo el volvernos al Señor. Dios espera que nuestro corazón esté ligado al suyo, de tal forma que sus intereses sean también los nuestros.

Pero no debemos solo pensar en nuestro pasado de forma pasiva, sino que esta reflexión nos lleve a actuar, tomando una determinación en relación a nuestro llamado, en el contexto que vivimos, la experiencia con el Señor, y entonces podamos subir al monte, traer madera y edificar la casa.

Las tres menciones restantes llaman nuestra atención sobre el tiempo que estamos viviendo hoy: un tiempo de restauración. Necesitamos valorar la relevancia que esto tiene. En el llamado a reedificar la Casa, se nos dice que el Señor se agradará de esa casa. No hay nada más precioso que Dios se agrade de ella, pues, según las Escrituras, esa casa somos nosotros, “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad” (1a Tim. 3:15 NVI).

En esta declaración, el apóstol hace afirmaciones dignas de considerar, a saber: 1) Define qué es la casa de Dios, y 2) entrega características de esa Casa. La casa de Dios, la iglesia del Dios viviente, tiene dos elementos que la caracterizan: es columna y es baluarte o fundamento de la verdad.

Siendo columna de la verdad, aquí, el engaño no tiene lugar. Toda palabra lisonjera, fábula o diversión son distracciones que nos alejan de la verdad. En la iglesia del Dios viviente, su voz como estruendo de muchas aguas proclama los juicios de Dios verdaderos y justos (Sal. 19:9). Aquí la espada de Dios corta y penetra hasta partir el alma y el espíritu (Heb. 4:12).

Quien ministra la palabra ha de considerar aquello que Pablo tenía en su corazón cuando ministraba a los gentiles, esto es, “para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Rom. 15:16), y cuyo propósito es anunciar a Cristo, “amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28).

La iglesia debe ser el lugar donde se cumplen las aseveraciones del Salmo 19:7-10 y no transformarse en un lugar de entretención. De lo contrario, estaríamos traicionando nuestro llamado. Como columna de la verdad, ella necesita de fundamentos sólidos y firmes, o su estructura tambaleará ante el más mínimo viento que la azote.

La iglesia es el fundamento de la verdad. En ella, la verdad tiene sentido y realidad. Si somos columnas en términos individuales y en lo corporativo, la verdad que anunciamos tendrá bases sólidas. Que el Señor restaure sus columnas y los fundamentos estén firmes para que, aun en un ambiente de oposición, la iglesia del Dios viviente sea columna y fundamento de la verdad en esta era de apostasía.

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