“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).
El apóstol tenía una preocupación especial por la mente de los santos que se encontraban bajo intensas aflicciones. En las circunstancias actuales, las aflicciones de la mente son, precisamente, el riesgo que conlleva una crisis prolongada.
El Espíritu Santo, entonces, propone un camino para la iglesia: considerar la mente de Cristo.
Esta disposición mental de vaciamiento, servicio e identificación con el prójimo sufrido (Fil.2:5-7), dignificará el Evangelio en tiempos de angustia, y será nuestro refugio seguro para permanecer firmes, y en nada intimidados (Fil. 1:27-28).