La Trinidad – Estudio 2.1 – Dios, el Padre, su función en la Trinidad

Objetivo: Analizar la persona de Dios Padre en la Trinidad

Objetivo: Analizar la persona de Dios Padre en la Trinidad

I. Contenidos Principales

Dios no puede dividirse a sí mismo, y actuar en un momento dado impulsado por uno de sus atributos, mientras los demás permanecen inactivos. Todo lo que Dios es deberá concordar con todo lo que Dios hace.
Todos los actos de Dios están en perfecto acuerdo con todos sus atributos. Ningún atributo contradice a otro, sino que todos armonizan entre sí y se unen en el infinito abismo del Ser divino. Todo cuando Dios hace está de acuerdo con todo cuanto Dios es, y ser y hacer son la misma cosa en él.
Dios, por ser quien es, no puede dejar de ser lo que es, y siendo lo que es, no puede actuar en desacuerdo con su propia personalidad. Él es fiel e inmutable al mismo tiempo, de manera que todas sus palabras y todos sus actos tienen que ser fieles, y deben seguir siéndolo. Los hombres se vuelven infieles, movidos por sus apetitos, por el temor, por la debilidad, por la falta de interés o por alguna fuerte influencia procedente del exterior. Es obvio que ninguna de esas fuerzas puede afectar a Dios en modo alguno.

Dios es una trinidad de personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ellos son tres personas distintas; aún cuando ellos son un solo Dios. Cada uno de ellos tiene una voluntad, puede hablar, amar, etc., y estas son demostraciones de la personalidad. Ellos están en una absoluta y perfecta armonía, pero consistente en una sola sustancia. Ellos son eternos, iguales y poderosos. Si alguno de los tres fuera quitado, entonces, no existiría Dios

A pesar de que en la mayoría de los eventos mencionados en las Escrituras se encuentra la participación de las tres personas de la Trinidad, existe una separación de algunas funciones. Por ejemplo:

  • El Padre nos escogió para que fuésemos santos y sin mancha (Efesios 1:4).
  • El Padre nos escogió en predestinación (Efesios 1:5).
  • El Hijo redime (Efesios 1:7). (Aunque como veremos más adelante igualmente participa el Padre y el Espíritu Santo)
  • El Padre solo sabe el día y la hora de la venida del Hijo del Hombre (Mateo 24:36)
  • El Espíritu Santo nos sella (Efesios 1:13).
  • El Padre envió al Hijo y no el Hijo al Padre (Juan 6:44; 8:18; 10:36; 1a Juan 4:14).
  • El Padre y el Hijo enviaron al Espíritu Santo (Juan 14:26; 15:26).

Entre las principales obras de Dios, todas gloriosas y portentosas, se encuentran las siguientes: La creación, la encarnación del Verbo, la redención, la resurrección de Cristo y la santificación. En todas ellas notaremos la participación de las tres personas de la Deidad. Si bien es cierto que algunas obras divinas son más atribuibles a una persona que otra, no es menos cierto que en todas ellas veremos la participación de las tres personas de la Trinidad.

La Creación

La creación es la puesta en marcha del plan divino. Por lo tanto, es la primera obra divina y uno de los más importantes hechos de Dios. Tal como vemos en el texto de 1 Corintios 8:6, la creación es una obra divina que se atribuye con mayor propiedad al Padre, la primera persona de la Trinidad. Allí, el apóstol Pablo declaró con respecto al Padre: “…del cual proceden todas las cosas”. En otras palabras, lo que Pablo está declarando es que todas las cosas tienen su origen en la persona del Padre. Él es el creador por excelencia, el Todopoderoso. Así también el apóstol Juan en el Apocalipsis, registra las palabras de los veinticuatro ancianos dirigidas al que está sentado en el trono, al Padre celestial, en los siguientes términos: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (4:11).

No obstante, el texto anterior muestra también la participación del Señor Jesucristo en la creación. Después de decir que para nosotros no hay más que un solo Señor, Jesucristo, agrega: “…por medio del cual son todas las cosas”. Todas las cosas proceden del Padre, pero llegaron a la existencia por medio del Hijo. El Señor Jesucristo es presentado aquí como el medio, como el instrumento a través del cual el Padre dio origen a todas las cosas. En efecto, el Padre por medio del Hijo hizo el universo (Heb. 1:2). El texto de Juan en su Evangelio no deja lugar a dudas a este respecto. Juan declara allí: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (1:3). Lo interesante de este texto es que Juan con el pronombre “él” se está refiriendo al Verbo, esto es, a la palabra de Dios. Esto está en plena concordancia con el capítulo 1 del libro de Génesis, donde vemos que efectivamente Dios el Padre crea todas las cosas por medio de su Palabra. Podemos decir entonces que si bien es el Padre el creador de todas las cosas, él nada hace directamente; todo lo hace a través de la persona del Verbo. Sin éste nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

Pero, ¿qué podemos decir del Espíritu Santo en relación con la obra de la creación? Que también tuvo participación en esta gloriosa obra divina. De hecho, en el segundo versículo de Génesis capítulo 1, e incluso antes de ser mencionada la Palabra, Moisés relata que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Claramente el Espíritu es presentado aquí como un agente activo de la creación.

En efecto, la expresión “se movía” es traducida en la Biblia Hebreo-Español como “revoloteaba”, indicando con ello la acción de una paloma que está incubando la vida. Y esto está también en plena armonía con otros textos del Antiguo Testamento. Así, pues, el Salmo 33:6 dice: Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca”. La expresión “el aliento de su boca” es otra forma de nombrar al Espíritu Santo en el Antiguo Testamento (Leer además Job 33:4 y Salmo 104:30).

Del Padre procede todo, pero todas las cosas son por medio del Verbo y por medio del Espíritu. Podemos decir que así como el Padre lo hace todo, pero nada directamente, sino a través del Hijo, así también el Hijo no hace nada directamente, sino por medio del Espíritu. El agente último de la obra creadora de Dios, el que finalmente la concreta, es el Espíritu.

El hecho innegable es que el Padre es creador, el Hijo también es creador y lo mismo el Espíritu Santo. Por supuesto, cada uno actuando desde la posición determinada según el eterno acuerdo divino y participando según la función propia de cada uno.

La Encarnación

La encarnación del Verbo es otra de las grandes y portentosas obras de Dios. Y además de ser gloriosa es un misterio cuya profundidad sobrepasa nuestra limitada comprensión. Por ello Pablo exclama en su primera carta a Timoteo: “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad…” (3:16). Juan, por su parte, anuncia esta buena noticia con las siguientes palabras: “Y aquel Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14). Pero ¿cómo llegó a darse este misterio? ¿Cómo se produjo? Y, ¿de quién es obra? Como ya advertimos, en todas las obras de Dios están presentes las tres personas de la Trinidad. Desde luego el Verbo que “se hizo hombre” (NVI). Según este versículo, el Verbo no fue hecho carne por otro, sino que se hizo carne a sí mismo. “Él se manifestó como hombre” (1 Tim. 3:16 NVI). No obstante, la encarnación del Verbo es primeramente obra de la primera persona de la Trinidad, nuestro Padre celestial. La participación del Padre es descrita como aquel que engendró. El Salmo 2 anuncia proféticamente las palabras que diría el Verbo de Dios una vez que fuese encarnado: “Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy” (2:7). Juan dirá también en su primera epístola que el creyente no practica el pecado, “pues aquel (el Señor Jesucristo) que fue engendrado por Dios (el Padre) le guarda” (5:18).

Pero, como en todas las obras de Dios, el Espíritu Santo es el que en último término llevó a cabo la bendita y misteriosa obra de la encarnación. El Padre es el que engendra y el Hijo es el engendrado; sin embargo, el Padre engendró a través de la persona del Espíritu Santo. En otras palabras, el que en lo concreto engendra es el Espíritu Santo.

Así le dijo el ángel a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Luc. 1:35). Claro, el poder que cubrió a María es el poder del Altísimo (el Padre), pero en rigor no fue el Altísimo el que cubrió directamente a María, sino su poder (el Espíritu Santo). La expresión “poder del Altísimo” es otra manera de mencionar al Espíritu Santo. Más enfático y más claro todavía, es Mateo. Según él, las palabras del ángel a José fueron: “No temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (1:20). La versión NVI dice: “porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo”.

La Redención

La obra divina de la encarnación es efectuada en aras del cumplimiento del propósito eterno de Dios. No obstante, debido a la caída del hombre en el pecado, la encarnación fue llevada a cabo en lo inmediato con miras a la redención. Esta bendita obra divina de la redención es por excelencia la obra de la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios. Sin embargo ¿quién podría desconocer la participación del Padre según el famoso texto de Juan 3:16?: “Porque de tal manera amó Dios (el Padre) al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Por su parte, el Hijo nos demostró su amor en el siguiente hecho: “él puso su vida por nosotros” (1 Juan 3:16). El Padre nos amó, dando a su Hijo unigénito; y el Hijo nos amó, dando su vida. Pero esta ofrenda de la vida por parte de Cristo no habría sido aceptable ante el Padre sin la acción del Espíritu Santo en él. Por eso, la epístola a los Hebreos dice: “El cual (Cristo) mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (9:14).

Para concluir mencionemos uno de los más hermosos textos trinitarios en relación con la obra de la redención. Es el texto de la primera carta de Pedro, que forma parte de la salutación: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1:2). En la salvación de un pecador concurren no solo las tres benditas personas de la Trinidad, sino tres acciones específicas de cada una de ellas. La elección por parte del Padre, la santificación por parte del Espíritu Santo y el rociamiento con su sangre por parte de Jesucristo.

La Resurrección

La resurrección de nuestro Señor Jesucristo es principalmente una obra del Padre: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hech. 2:32). “…y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (Hech. 3:15). “…que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano” (Hech. 4:10).

“El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero” (Hech. 5:30).

Pero como ya hemos advertido, el Padre nada hace directamente. En el caso de la resurrección de Cristo, fue a través del Espíritu Santo que él lo levantó de los muertos. El Padre no solo engendró a Cristo por el Espíritu; también lo ungió con el Espíritu (Hech. 10:38) y, posteriormente, lo resucitó por el Espíritu: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Rom. 8:11). “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas… Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida” (1 Ped. 3:18 NVI). Otros textos son: 2 Cor. 13:4; Ef. 1:19-23; Col. 2:12.

La Santificación

Aunque la preciosa obra de la santificación de la iglesia es atribuida al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, no cabe duda que el texto inspirado otorga con mayor propiedad al Espíritu Santo dicha obra divina.
Judas, en la salutación de su carta, menciona una de las dos únicas veces en todo el Nuevo Testamento, en que el Padre es presentado en relación con la obra de santificación. Allí él saluda: “A los llamados, santificados en Dios Padre (v. 1). La otra mención se encuentra en la primera carta de Pablo a los tesalonicenses: “Y el mismo Dios de paz (el Padre) os santifique por completo” (5:23).

Hebreos, por su parte, menciona la santificación por parte del Hijo: “… la sangre del pacto en la cual fue santificado…” (10:29). También en el 13:12: “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta”.

Pero es al Espíritu Santo al que mayormente se menciona en relación con la obra santificadora de Dios. Además del ya mencionado texto de Pedro, que decía “en santificación del Espíritu”, la primera carta también agrega en el 1:22: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu. El apóstol Pablo en Romanos declara que como ministro de Jesucristo ministra el evangelio de Dios, “para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (15:16). El mismo Pablo, en 2 Tesalonicenses, da gracias a Dios por los creyentes de Tesalónica de que Él “os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2:13). Asimismo, en 1 Corintios, Pablo exhorta a los creyentes con estas palabras: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios (6:11).

En la siguiente tabla vemos la participación de cada persona de la Trinidad en algunos de los hechos más relevantes de las Escrituras:

La Trinidad
Función Padre Hijo Espíritu Santo
Creador Isaías 64:8 Juan 1:3; Col. 1:15-17 Job 33:4; 26:13
Resucita 1ª Tes. 1:10; Juan 5:21 Juan 2:19; 10:17; 5:21 Rom. 8:11
Conoce todo 1ª Juan 3:20 Juan 16:30; 21:17 1ª Cor. 2:10-11
Santifica 1ª Tes. 5:23 Heb. 2:11 1ª Ped. 1:2
Dador de vida Gén. 2:7; Juan 5:21 Juan 1:3; 5:21 2ª Cor. 3:6, 8
Comunión 1ª Juan 1:3 1ª Cor. 1:9 2ª Cor. 13:14; Flp. 2:1
Habla Mat. 3:17; Luc. 9:25 Luc. 5:20; 7:48 Hech. 8:29; 11:12; 13:2
Ama Juan 3:16 Ef. 5:25 Rom. 15:30
Da gozo Juan 15:11 Juan 14:7
Salvador 1ª Tim. 1:1; 2:3; 4:10 2ª Tim. 1:10; Tito 1:4; 3:6
Juzga Juan 8:50 Juan 5:21, 30

II. Preguntas

  1. ¿Qué actividades realizó Dios Padre sin la necesidad de la presencia de Jesús y el Espíritu Santo?
  2. Todo lo que Dios hace tiene concordancia con lo que Dios es. Fundamente.
  3. ¿Participó Dios en la obra de redención? ¿Qué versículos bíblicos respaldan su respuesta?

III. Recomendaciones Bibliográficas

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