El ministerio del Espíritu Santo en la iglesia
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen … Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras … A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís … Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hech. 2:1-4, 14, 32-33, 36).
El Espíritu Santo es el gran ejecutor de la gran obra de Dios en la tierra; esto es, la preparación de la iglesia como una novia ataviada para su Esposo.
En el día de Pentecostés, 120 hermanos varones y mujeres, esperaron obedientemente la promesa que Jesús había hecho respecto al Consolador. El énfasis de Lucas al redactar el texto del Pentecostés es que, de hecho, el cumplimiento de esta gran profecía había llegado.
Cielo y tierra unidos
En esta ocasión, como consecuencia de la exaltación de Cristo a la diestra de Dios, el Padre otorga la promesa del Espíritu Santo, y Cristo, el Ungido, la derrama sobre los suyos aquí en la tierra. Este es el sello y la garantía de una nueva unión de Dios con su pueblo. Cristo, habiendo derramado su sangre para perdón de pecados, y habiendo sido levantado de entre los muertos, ha preparado el camino para que sus redimidos reciban la propia habitación de Dios en sus corazones. De esta manera, en aquel día la iglesia se manifestó por primera vez en la tierra. El cielo encontró un espacio de expresión y unidad en la tierra – el Espíritu Santo, Dios mismo, habitando y manifestándose en la vida de los creyentes.
Examinaremos dos elementos que nos ayudarán a ordenar los tópicos de este estudio.
I. El Espíritu de Verdad
En el evangelio de Juan, Jesús utiliza en tres ocasiones la expresión “el Espíritu de verdad (realidad)”. Cada vez que se menciona, en los capítulos 14, 15 y 16, esta frase hace referencia a una función particular del Espíritu Santo en la vida de la iglesia. Analicemos brevemente:
El Espíritu de habitación (Juan 14: 15-17)
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”.
El propósito de la venida del Consolador (gr. Parakletos), que Jesús señala en estos versículos, hace alusión a la habitación del Espíritu Santo. La promesa del Señor era que Dios mismo habitaría en nosotros (vv. 20, 23). Al respecto, el hermano Andrew Murray escribe que el gran objetivo de la venida de Cristo era preparar su lugar de habitación con el derramamiento del Espíritu, como consecuencia de toda su obra redentora. La habitación del Espíritu implica que nosotros somos hechos templo del Espíritu Santo, obtenemos una nueva vida y participamos de la naturaleza divina. Consecuentemente, esto traerá reposo en nuestros corazones, y podremos disfrutar de la gracia de su presencia como un verdadero compañero que nos ayuda en la carrera, o como un exhortador que nos estimula o corrige y cuyo propósito es avanzar en su operación desde el espíritu hasta el alma humana conformada al carácter de Cristo.
El Espíritu de testimonio (Juan 15: 26-27)
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio”.
En este pasaje, Jesús dice que el Espíritu Santo sería enviado para dar testimonio respecto de Él. Una prueba fehaciente y digna de admiración es el primer sermón en la historia de la iglesia, registrado en Hechos 2. Pedro, un hombre del vulgo y sin letras, junto con los once apóstoles, puestos en pie, dan un maravilloso testimonio de la persona y la obra de Jesús. Con seguridad, estos hombres no prepararon una gran defensa en los días previos al Pentecostés; ellos estaban unánimes, orando y esperando la promesa. Al llegar el Espíritu Santo, los hermanos fueron capacitados para dar testimonio glorioso de Jesucristo. Como consecuencia, aquel día creyeron tres mil personas.
El Espíritu de gobierno (Juan 16: 13-14)
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”.
Previo a estas palabras, Jesús dijo que aún tenía muchas cosas que decir a sus discípulos, que ellos no podrían sobrellevarlas en el momento.
El Espíritu Santo cumple una función didáctica; él enseña a nuestro corazón las palabras de Cristo. Es un Espíritu de gobierno, pues él establece el señorío de Cristo en los corazones (1 Cor. 12:3, 2 Cor. 3:17), guiando nuestras conciencias y dándonos la unción mediante la cual podemos reconocer aquello que procede de Dios y entrar en una comunión íntima con él (1 Jn. 2:27). Él gobernará la obra (Hch. 13), conducirá las asambleas (1 Cor. 14), revelará y dará sabiduría (Ef. 1:17).
II. Las manifestaciones del Espíritu Santo
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Rom. 12:6-8).
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Cor. 12:4-11).
La expresión manifestación significa literalmente “tornarse visible”; esto es, que Dios en Espíritu Santo se da a conocer de forma tangible a través de sus expresiones o carismas en cada miembro del cuerpo de Cristo. Junto a este capítulo 12 de la primera carta a los Corintios, podemos considerar los dos capítulos siguientes, donde se tratan otros tipo de dones espirituales.
Es importante señalar que el clasificar los dones del Espíritu es solo tentativo; vale decir, que Pablo no tenía ninguna intención de categorizar los dones mencionados, sino más bien presentar algunas manifestaciones propias del Espíritu. Sin embargo, para efectos de estudio, la clasificación más sencilla es comprender los dones mencionados en estos pasajes de la siguiente manera:
- Dones de servicio: “servir”, “dar”, “cuidar” (Rom. 12:7-8, 1 Cor. 12:28).
- Dones de milagros: “fe”, “sanidades”, “operaciones de milagros” (1 Cor. 12:9-10, 13:2).
- Expresión verbal inspirada: “sabiduría”, “ciencia”, “discernimiento de espíritus”, “lenguas” e “interpretación de lenguas” (12:8, 10 y 14:6).
El hecho de que Pablo relacionase todos estos ítems de forma notoria, indica que la adoración de la iglesia primitiva era mucho más carismática de lo que fue posteriormente. Algunos excusan este hecho atribuyendo que era necesaria por causa de la expansión inicial del testimonio de Cristo. Otros, intentando replicar estas experiencias, pueden caer en prácticas carnales, religiosas e incluso extravagantes, dislocadas de la verdad bíblica.
Lo cierto es que vivimos tiempos en los cuales Dios mismo se ha encargado de recuperar el conocimiento respecto al ministerio del Espíritu. No tan solo en el área carismática, sino integral, en relación específica a los dones espirituales, es necesario que –en la dependencia del Señor–, abramos nuestros corazones para una experiencia genuina y renovada de la manifestación de Aquel que fue enviado para glorificar a Cristo.
III. Preguntas
- ¿Cuál fue la causa del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés?
- ¿Cuáles son las tres grandes funciones del Consolador registradas en el Evangelio de Juan?
- Averigüe los significados de la expresión “Parakletos”.
- Describa los dones mencionados en 1 Cor. 12, 13 y 14 y agrúpelos en alguna de las tres grandes líneas de clasificación. (Solo con fines didácticos, recuerde que Pablo no tenía la intención de clasificarlos).
- ¿Cree usted que el Espíritu Santo puede operar hoy de la misma manera que en el principio? Fundamente.
IV. Bibliografía
- Pablo, o Espírito e o Povo de Deus (Gordon Fee).
- O Espírito de Cristo (A. Murray).
- El ministerio del Espíritu Santo (R. Bornelli).
- O ministerio do Espírito Santo (A.J. Gordon).