Una vez que Noemí ha sido vivificada por la esperanza del pariente redentor, envía a Rut a la era, para que ésta se encuentre con Booz. Sin embargo, antes de aquel encuentro, el relato destaca un hecho de gran importancia – Booz se reservó la tarea de aventar el grano durante la noche.
Pedro dirá que es tiempo que el juicio comience por la casa de Dios. Existe la necesidad de que como granos de cebada, los santos seamos purificados del tamo durante la noche. Ese tamo, ese polvillo o paja menuda, en última instancia, es una figura de nuestro yo y nuestra egolatría.
Si el Espíritu ha de visitar a la iglesia de una manera gloriosa, previa al regreso de Cristo, es necesario que el Señor nos transforme en vasijas vacías de nuestros recursos naturales. Por esta razón, seremos ayudados por el relato del libro de Job, en el que podemos observar el problema de la aflicción del justo –en “la hora del zarandeo”– cuyo propósito es salvarnos de la soberbia y volver nuestro rostro hacia la gloria del Señor.