“Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad” (Lucas 13:12).
Una mujer encorvada hace dieciocho años, había acostumbrado a vivir sus días bajo una enfermedad irremediable. Despreciable desde todo punto de vista natural, inesperadamente, la mirada de Jesús definiría su vida para siempre en un día de reposo. Así como ella, nuestro corazón estaba inclinado hacia lo bajo y nuestra alma en opresión. Podemos encontrar en este relato, una maravillosa manifestación de amor, de Aquel que vio, llamó y pronunció palabras de sanidad a la mujer – y a todo aquel que con fe, se acerca a Él. Jesús es quien sostiene a todos los que caen, y levanta a los oprimidos (Sl. 145:14).