El pecado en el huerto de Edén desencadenó la mayor desgracia del hombre: ser destituido de la gloria de Dios. Sin embargo, Dios mismo provee la redención en Cristo Jesús, y sale al encuentro del hombre caído, llamándolo a una mayor gloria de aquella que Adán había perdido.
Esta es la gracia abundante. Justificados por la fe, tenemos paz para con Dios, y somos llamados a participar de la consumación de Su propósito eterno, la certeza de que aquellos perdidos serán conformados a la imagen del Hijo de Dios.
En la culminación de este camino ascendente, aún el enemigo de nuestras almas será juzgado y aplastado por el Dios de paz, bajo los pies de aquellos que fueron hechos participantes de la gloria de Dios. ¡Esta es la gloria del Evangelio!