Según podemos comprender por el relato de Esdras 4:24, la sumatoria de fuerzas enemigas acabó por desanimar a una generación que había subido a Jerusalén para restaurar el testimonio de Dios.
Del mismo modo, podemos percibir una semejanza con nuestros días. Las densas tinieblas que rodean la faz de la tierra y sus ondas de desgaste sobre los santos han disminuido las fuerzas de aquellos que un día oyeron el llamado para edificar la casa de Dios.
La palabra profética de Hageo es una exhortación para considerar en qué estado se encuentra nuestro corazón en el día presente. ¿Estamos, de hecho, involucrados en la restauración del Testimonio, o hemos juzgado, desalentados, que ya no es tiempo de envolvernos en esta obra? (Hageo 1:2,4).
“Meditad bien sobre vuestros caminos” (Hageo 1:5, 7), es el imperativo para detenernos, y volver a las sendas antiguas (Jer. 6:16), esto es, la idea original de Dios respecto a su casa de testimonio, subiendo al monte, buscando la gloria del Señor, perseverando unánimes en oración. La gloria de Cristo es lo único que nos mantendrá despiertos en esta noche avanzada.
La respuesta a esta búsqueda será que Dios pondrá en su Casa –la cual somos nosotros– su gloria y su voluntad. Aguardemos con alegre expectativa el cumplimiento de esta palabra de consolación: “…cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron… para que el nombre del Señor sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:10,12).