Rut, figura de la Esposa Celestial – Capítulo 4: “Redención: de la desgracia a la gloria”

“Aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto hoy”. Son las palabras de consuelo y determinación que apuntan a la obra de nuestro Pariente Redentor. Jesús ha dicho: “Edificaré mi iglesia…”, cuya expresión máxima será nuestra plena unión con Él en las bodas del Cordero. Al llegar al clímax de este drama, veremos cómo Booz concluirá el asunto; siendo conducidos por el Espíritu Santo a contemplar la gloria de nuestro Redentor, en relación a la restauración de la moabita, de la herencia y del heredero.
Rut 3:18, 4:3,5-6,9,10,13; Romanos 3:23, Hebreos 2:10,14, Juan 17:22, 24; Colosenses 1:27; Apocalipsis 19:7-8, 21:2,10-11; Salmos 139:16; Efesios 1:23; 2 Samuel 23:1-4

La expresión “el asunto” (Rut 3:18), apunta a la gloria del drama de la redención. Existía una herencia que debía ser recuperada (la apropiación de las bendiciones en la tierra que el Señor prometió), y existía el nombre de un heredero que debía ser restaurado (por medio de un matrimonio por levirato y el nacimiento de un hijo).

Redención, ¡qué palabra más adecuada! No podemos olvidar que este libro fue escrito en un tiempo de decadencia espiritual. La apostasía era el cuadro que retrataba el carácter de la nación escogida.

¿Quién podía redimir? Uno que fuese pariente cercano (Heb. 2:14, 10:5; Sal. 139:16). ¡Este es nuestro Cristo, aquel pariente que sí puede redimir y restaurar las ruinas de la decadencia espiritual! Es posible gloriarnos en la naturaleza divina y humana de nuestro Salvador, y admirarnos en la gloria de su cuerpo preparado para hacer la voluntad del Padre, en el cual estábamos también nosotros incluidos de una manera maravillosa: “la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:23).

Fuimos trasladados de la desgracia a la gloria, por la obra de nuestro Pariente Redentor. Por esta causa, nuestro Booz celestial puede tomar una mujer para sí, quien comparta con él el gozo de sus riquezas en gloria por toda la eternidad. La consumación de este drama de redención se hace manifiesta en las palabras de una gran multitud que, al final de los tiempos, dirá: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Ap. 19:7).

Estas palabras tienen un brillo particular, pues son expresadas luego que ha sido juzgada la gran Babilonia. ¡Toda apariencia de piedad, toda religión, toda confusión ideológica y social, será aniquilada por la presencia de nuestro Novio celestial, y su unión con la iglesia gloriosa! Junto con ello, será establecido el reino de Dios en su plenitud –figurado, en el relato de Rut, por la descendencia de la cual surge el rey David–, que apunta al cumplimiento del reinado de Cristo, el Justo que gobernará entre los hombres, por causa del pacto eterno de amor que Dios estableció en su Hijo. ¡Aleluya!

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